Pidiendo una esposa
Aquella tarde soleada la gente pasaba como si fueran sombra a mi lado, mientras divagaba entre pensamientos deprimentes y desesperanzadores, escuchando a la soledad.
Los ruidos de latas golpeteando en aquella carcacha de autobús que me llevaba hacia mi casa, desaparecían entre los gritos del llamado a la soltería que me aterraban.
Recién me daba cuenta que la timidez y baja autoestima de mi mente,
nunca me dejarían conquistar una muchacha para que fuera la esposa que
estuviera a mi lado hasta la muerte.
Por lo visto tenía muchos miedos, pues allí me acordé que hacía
algunos años, cuando era aún un niño, le había comentado a Dios acerca del
temor que me acechaba de la posibilidad de ser estéril… pero Dios
que ve nuestros temores con tanta compasión, simplemente abrió su boca en
Salmos 128:3 diciendo que mi mujer sería como vid que lleva fruto a los lados
de mi casa y que mis hijos serían como plantas de oliva alrededor de mi mesa.
Así que tendría hijos pero también una esposa, por lo tanto cambié mi
rostro en ese momento e hice un trato con mi Dios diciendo –tal parece que
necesitaré de mucho tiempo para animarme a pedir la mano de esa esposa que ya me
prometiste, te pido que la envíes a la casa de mis padres a vivir por un mes,
lo cual será por señal que la identifique y entonces será mi novia… ese día yo
tenía como dieciséis.
Tres años después y por medio de extraños movimientos de ajedrez dados
por las manos del Todopoderoso, esa chica llegó a la casa de mis padres,
precisamente por un mes, cumpliendo la señal que yo había puesto… la seguridad que la respuesta me había dado,
me ayudó a animarme exactamente el último día de ese mes, a pedirle que fuera mi
novia con el único propósito de que un día no muy lejano fuera mi esposa.
Hoy estamos por cumplir los 25 años de casados, tuvimos dos hijos y
somos muy felices… Dios envió la pieza
del rompecabezas que encajaba exactamente en mi vida porque lo pedí, y si Dios
lo hizo por mí lo puede hacer también por todo aquel que le crea, porque buscar
una aguja en un pajar es imposible para el hombre, pero para Dios todo es
posible. No debes andar buscando de
novia en novia para encontrar la indicada, simplemente pedirla al que ya la
creó para ti.