sábado, 14 de mayo de 2016

La Experiencia más sublime



La Experiencia de la Adoración




El fuego emitía sus chasquidos peculiares que contrastaban con el ruido constante de los grillos… la noche había llegado y era el tiempo del sosiego de emociones y de apaciguar la adrenalina que habíamos vivido en aquel competitivo campamento… era el tiempo de hacer la reflexión correspondiente, todos juntos rodeando la fogata…    acompañados con tan solo una guitarra elevamos nuestros cantos hacia el cielo, levantando nuestras manos y algunos compañeros derramando de sus lágrimas en un momento esplendoroso de alabanzas al Señor.    

Yo rondaba los catorce y nunca había vivido esa experiencia de cantar de la manera que algunos lo estaban haciendo en esa noche.   No habíamos terminado todavía la alabanza cuando esa muchacha que lloraba intensamente se levanta y aún recuerdo aquella historia de su vida que de inmediato dio inicio a relatar.   Ella había nacido en un hogar como el mío, enseñada en las cosas del Señor y acostumbrada en asistir a los cultos de la iglesia; sin embargo, poco a poco fue siendo atraída por el mundo, hasta hundirse en el sexo y las drogas, dándole la espalda a su familia y a su Dios.  Pero, también nos relató aquel momento cuando llegando arrepentida, derramando de su alma y postrada a su Creador, pudo sentir el perdón y la misericordia del Señor.   En su historia no faltó ese sentimiento de suprema gratitud que emanaba por su rostro, gratitud y esperanza que jamás había visto… gratitud y alabanza que en mi línea de pensamiento no podía yo entender.


Yo quería sentir lo mismo… quería poder llorar en la alabanza mostrando la misma gratitud… quería tener esa experiencia, pero no tener que alejarme para estar allí postrado ante el Señor… me sentía como el hermano del llamado hijo pródigo, pensaba que los cabritos solo eran para esas personas malas que se habían convertido, pensaba que el anillo de oro solo era para aquellos que después de vivir su vida, y siguiendo sus malos deseos, habían regresado delante de su Padre… creía que Dios solo hacía fiesta cuando estos pecadores llegaban ante Él arrepentidos… me sentí celoso y con varios sentimientos encontrados…  le pedí: dame a mí también esa experiencia, pero que no tenga que alejarme para ver de tu grandeza.


Y Fue allí… cuando hablando con el Todopoderoso, mientras aún le mostraba el corazón a mi Señor… que recibí el momento más sublime que jamás había tenido, y llorando ante el altar pude recibir de Dios mi primer experiencia de verdadera adoración, sentí la gratitud de un pecador, porque lo era… sentí el arrepentimiento como nunca antes… sentí la pasión de un adorador… entendí el levantar las manos y llorar al elevar un canto hacia el cielo… entendí que soy un hijo del Señor Dios Todopoderoso, fuerte y que hace misericordia a millares hasta mil generaciones.