miércoles, 28 de abril de 2021

En busca de la gloria

Buscando la alabanza y la gloria

Divagando como siempre entre los juegos de mi mente, formada por dibujos animados donde el daño es imposible y de series de Animé de aquellos tiempos, donde yo era siempre el superheroe, soñando como niño aunque ya era un adolescente.

Vi a mi padre subido en los andamios que le habían colocado sobre aquellas Ruinas, y mientras él fotografiaba para su trabajo, yo pensaba en lo que pasaría si cayera de esa altura...   Como yo me creía omnipotente, me vi llevando a mi pobre padre accidentado hacia el hospital de aquel lugar, manejando el auto donde habíamos llegado, aunque aún no sabía manejar... la gente me aplaudía sorprendida y mi padre orgulloso me abrazaba agradecido.

Cuál fue mi gran sorpresa que mientras  aún estaba divagando en mi heroísmo, que una pata del andamio donde estaba mi papá, hundiéndose en el suelo le hizo tambalear y perder el equilibrio, haciéndole caer a aquel vacío, ante mis ojos.

Totalmente estupefacto, inmóvil y sintiéndome cómplice de aquello que estaba aconteciendo, con lágrimas en los ojos, solo pude ver en medio de mi culpa e impotencia, cómo me subían atrás de un pickup mientras a mi padre lo metían en la cabina de ese auto, con alguien que obviamente no era yo, tomando del timón.

Y es que me creía invencible, que para mi todo era posible, pero Dios me estaba enseñando que la capacidad de cualquier cosa que yo haga en esta vida, es por Él y para Él, no por los aplausos o el orgullo de mis padres... Que el héroe verdadero se llama Jesucristo y que sólo por Su gracia es que soy lo que he llegado a ser y que la alabanza y la gloria siempre sean para Él. 

sábado, 3 de abril de 2021

En busca del anillo

Encontrando el anillo perdido

Cuando iba a graduarme de la secundaria, y mis papás empezaron a buscar anillo de graduación para regalarme, yo les dije que mejor lo hicieran cuando me graduara de la universidad, prometiéndoles que yo les y honraría  con un titulo de ingeniero. 

En 1990 ya alistándome para el examen privado le prometí también a mi futura esposa que en un año antes de nuestra boda ya habría concluido con la tesis. 

Sin embargo, no cumplí con ninguna de las promesas que les hice y ocho años más tarde, en 1999, cuando al fin logré conquistar aquella frontera que parecía inalcanzable, el día de mi examen público, mis padre me entregaron ese anillo que rezaba "ingeniero civil, año 1991" 

Desde ese día ese anillo se convirtió en un signo indeleble de mi vida, y por eso lo que les contaré es tan importante para mi. 

Estuvimos con mis hijos y mi esposa jugando todo el día en aquel balneario, pero al llegar la tarde, antes de retirarnos a los cambiadores, vi que en mi mano el anillo ya no estaba... 

El agua turbia aunque, cargada de cloro no dejaba ver a través de ella, mientras el sol de la tarde tímidamente asomaba sus rayos entre nubes y celajes de colores, haciendo más difícil encontrar cualquier cosa en el fondo de aquellas piscinas. 

Era claro en ese momento que aquel anillo que mis padres me habían regalado con tanta ilusión, esperando que yo les diera el título de ingeniero que les había prometido, se había esfumado junto con la esperanza de poder hallarlo. 

Después de más de una hora en aquella infructuosa búsqueda, de pie frente a la orilla de aquel imposible, arañando ese momento cuando ya no queda otra cosa por hacer y la impotencia de haberlo intentado todo, te mueve a realizar las más  ilógicas locuras que van totalmente contra la razón.  Me paré en cualquiera de las orillas de aquellas seis piscinas donde habíamos retosado todo el día y le propuse al Señor del universo que en el lugar donde me tirara ciegamente, lo encontraría.   No se si fue por mi falta de cordura o tal vez por haber pensado como un niño, pero fue precisamente allí, en una de cientos de posibilidades que vi lo imposible hecho realidad. 

Me tiré sin más pensarlo, con los ojos cerrados nadando en dirección del fondo y de un solo movimiento, tomé el anillo en mi mano a la primera.   Fue tan increíble ver la ley de las probabilidades derrotada ante mis ojos por el Dios del universo, quien sin ninguna duda, había intervenido.

Definitivamente no fue por mi gran fe, pues era obvio que yo no podía ni creerlo... No podía ser por alguna percepción ultrasensorial ganada en una vida de oración, porque desde luego no era así, pero Dios tuvo misericordia y sencillamente como un Padre amoroso me escuchó aquella tarde. 

Hoy aquel anillo es un símbolo de lo que soy, un hombre de miles de defectos, inútil, pero que Dios no ha dejado que sea avergonzado, débil, pero que Dios ha cubierto para que no lo parezca, necio, pero que Él ha hecho que pase por un sabio.  Gracias doy al Padre por haberme dado lo que para nada he merecido y en su misericordia por no haberme dado lo que en realidad he merecido.   Por eso me he animado aún después de los cincuenta, a aventar me nuevamente sin pensármelo dos veces, a sacar la maestría, y abrir la empresa de mis sueños, buscando esos anillos que por mi sola culpa, he perdido en tantas ocasiones pero que mi Padre siempre me ayuda y ayudará a encontrar.